Friday, July 20, 2007

Vaivén

VAIVÉN

Pasado un tiempo, ya no duele,
pero siempre vuelve,
como el oleaje.
Estoy empapado en sus aguas
turbias y saladas,
pero aparento
estar seco, ser una piedra
que el viento
erosiona,
no ser este trapo viejo que enjuga
todas las penas.
Vuelve el recuerdo, nada
lo detiene;
en mí, permean, despacio,
las aguas, el río, el mar, la nada —todas las aguas.

El arquetipo de las cosas

Thursday, July 19, 2007

JULIO ES OCTUBRE

JULIO ES OCTUBRE

A Eva

Condúceme, soy tu vehículo derrelicto,
tu carro infernal y fúnebre;
negro, como un cirio;
muerto, como un muerto.

Sé mi laberinto, mis muros, mi túnel.
La luz me ha vuelto huraño;
ahora vuelvo a lo oscuro,
a la húmida gruta de la esencia.

Dame tu mano, pequeña y de dedos cortos
que alarga un dolor de seda; que yo
he de morir en ti esta noche.

Porque ya no quiero conocerme,
porque soy un pobre cirio negro
que ha de morir en ti esta noche.

Wednesday, July 18, 2007

Imperativo poético

El poeta es un taumaturgo, un invocador.
Alienta con la voz la voz. Palabras pobres.
El poeta es un demente solitario
que confunde dos mundos de fondos distintos,
dos esencias incompatibles,
y quiere, como el chamán, alzadas las manos
de dedos alargados hasta tocar casi
la esfera sutil del sol
(Apolo, Apolo; guerra, arte)
hacerlo brillar más o menos al expirar.

El poeta ordena como un dios
en tono imperativo,
pero el mundo no hace caso
y calla, calla con profusión.

El poeta es alquimista: quiere
forjar el oro del verbo con su lengua,
pedazo de plomo bruto, incoherencia del mundo.
Y, como el alquimista, es el poeta
fracaso, dolor, imposibilidad completa.

El poeta ordena como un dios
en tono imperativo,
pero el mundo no hace caso
y calla, calla con profusión.

El poeta es un suicida lento,
un asesino de un hombre sin nombre;
su arma final, la poesía.

El poeta ordena como un dios
en tono imperativo,
pero el mundo no hace caso
y calla, calla con profusión.

¿Qué es Roberto Bolaño?

Vuelvo. Me había cansado del computador, pero ahora vuelvo. He estado muy ocupado. Aquí va un ensayo escrito de manera acelerada sobre un escritor que cada vez me deja más sorprendido, a pesar de algunos problemas que tengo al leerlo (su dejadez en la gramática, por ejemplo). Aquí va, pues.

¿Qué es Roberto Bolaño?
La pregunta es "¿qué?" y no "¿quién?" porque, si bien un diccionario futuro (no sé si ya exista uno con su nombre en el índice, imagino que sí, pero sigamos con nuestra hipótesis), si bien un diccionario literario futuro, en la entrada "Roberto Bolaño" podrá darnos información acerca de algún chileno esquivo que participó activamente en el ámbito literario aproximadamente desde la década de los setenta (en Chile y en México) hasta los noventa y los primeros años del siglo XXI (principalmente en España, pero también en Francia y un gran número de países), lo que me interesa a mí es definir su personalidad como escritor y, acaso, del mismo modo, si es posible, definir su personalidad real como ser humano, que no es lo mismo.
Tomemos un ejemplo admirado por Bolaño, uno de sus maestros más famosos en lo que concierne la creación literaria: Jorge Luis Borges. ¿Qué diferencias se trazan entre ellos? ¿Qué similitudes los acercan? A esto último respondamos con brevedad: cierta herencia en el estilo, las frases contundentes y perturbadoras, los misterios, los silencios, una fascinación por la literatura metaliteraria... Digamos, para resumirlo todo de manera mediocre, que Bolaño retoma temas o, mejor, propuestas borgianas (como la elaboración de catálogos de libros inexistentes, similar a una anécdota sobre Paul Masson--quien inventó títulos de libros inexistentes, luego incluidos en el catálogo de la Bibliothèque Nationale--que Colette inscribe en su diario) y las hace realidad. Borges propone matemáticamente la idea de una Biblioteca Total; Bolaño emprende el descabellado proyecto de llevarla a cabo en la literatura (es un ejemplo falso, que ilustra, sin embargo, situaciones variadas de imitación, esa "fascinación" ya mencionada, por la abreviación de las obras, por catalogar, por resumir, por completar).
Otro ejemplo, verídico esta vez. Borges resume en pocas páginas una supuesta novela en lengua inglesa (The Approach to Almutasim), y hace de dicho resumen un cuento, una ficción propia, a otro nivel. Sobrepasa el plano de la simple creación de situaciones, sobrepasa la historia como objetivo. Crea, pues, la ficción de una ficción, la ficción de la obra. Crea objetos, más que situaciones; cosas concretas, más que movimiento; detiene el tiempo al darle cuerpo a uno de los objetos de un mundo no verdadero. Toda novela realista se quiere una posibilidad del mundo, el resultado potencial de una situación existente, como nos dice Barthes (Le degré zéro de l'écriture). Se trata, en el caso de Borges, de crear no solo el mundo, la narración, sino una de las obras de ficción de aquel mundo. El autor desaparece como cualquier fantasma: su historia no importa. Es la historia de su historia lo que se quiere contar. Contar, por lo tanto, las historias posibles. Y, es el objetivo principal de Borges, de manera abreviada. En eso radica su novedad.
La de Bolaño, por otro lado, agrega a la simple obra (la de El acercamiento a Almotásim), la vida de artistas imaginarios, tal y como Borges lo hace con Pierre Menard autor del Quijote (aunque, de nuevo, en este caso, el trabajo de Borges se centre más en la obra de Menard que en su vida de doble de Paul Valéry, principalmente porque quiere mostrar que la identidad se desdibuja en la obra). Para Bolaño, por el contrario, importa la vida de los autores. Y los suyos son, casi siempre, autores radicales, terribles, salidos de las proporciones normales de la razón.
No son grandes escritores. Se trata de nazis, pero de nazis latinoamericanos o norteamericanos. Es decir nazis que ignoran todo del nazismo. Gente retrógrada, amantes de la utopía, de lo irreal, del sueño del poder (y cuya literatura logra fascinarnos, contada y resumida por Bolaño, como no lo haría si fuera leída directamente).
No es de extrañarse que, en el prólogo de Estrella distante, prolongación del último capítulo de La literatura nazi en América, Bolaño cite el nombre de Menard, como principal inspirador de su obra. En efecto, igual que Menard, Bolaño está cometiendo, con Estrella distante, un plagio de su propia obra. En realidad, es un supesto plagio a un amigo suyo, Arturo B (Arturo Belano, alter ego del escritor en varios de sus escritos: Llamadas telefónicas, Los detectives salvajes). Varias frases, varios párrafos se repiten.
Quizás el escritor chileno esté tratando de llenar sus propios vacíos, quizás es solo obsesión, o remordimiento o culpa. En todo caso, al plagiarse, al aumentar su texto, está enriqueciendo los objetos de ficción que este contiene: las obras de Carlos Wieder (o Carlos Ramírez Hoffman como es llamado en La literatura nazi), sus hechos, su vida. Está amplificando, está creando, está enriqueciendo su mundo.
Y es que de esto se trata la obra de Bolaño. ¿Qué es Roberto Bolaño? Es crecimiento, es vida que pulula, es literatura que procrea, que engendra literatura. El autor poco importa, es el libro lo que toma vida, el libro es la vida verdadera. Aquí, pues, es donde encontramos el otro punto de divergencia entre alumno y maestro, entre Bolaño y Borges--una sombra de cuyo manto influyente es difícil escapar (sombra en muchos sentidos: la ceguera, la estampa, la voz, el estilo, los temas, la fama, la fuerza, el todo--el Elogio de la sombra es ya un título pesado para la herencia del argentino): la cultura de referencia.
Borges es un clásico. Es más, es un clásico inglés. Su personalidad está en los textos anglosajones del siglo XVII, como los de su admirado Thomas Browne, o en el Quijote, en la Divina Comedia. Borges habla con más cercanía de Dante, de Virgilio y de Homero que de las revoluciones de su tiempo como la generación del 27, el surrealismo, el realismo mágico, temas y movimiento que, probablemente, desprecia. Borges es un escritor barroco en todo el sentido de la palabra, aunque sus textos se hayan depurado del estilo preciosista que cultivaba en sus primeras etapas como narrador. Borges es barroco, pero extremadamente ordenado (aparente contradicción).
Bolaño es, en cambio, antibarroco y caótico. Bolaño hace parte del nuevo arte, el de Dubuffet, el de Artaud, el de Raúl Gómez Jattin en Colombia por ejemplo, quizás el de Fernando Vallejo o hasta el de Sade: su lenguaje es el del escritor excremental. Sus obras son expulsiones mal digeridas de su ser. Son abortos que continúan vivos. Como decía Artaud de sus obras finales, sus dibujos o sus notas: "Aucun n'est à proprement parler une oeuvre. Tous sont des ébauches, je veux dire des coups de sonde ou de boutoir donnés dans tous les sens du hasard, de la possibilité, de la chance ou de la destinée."
Vida, violencia, golpes, búsqueda. Como interpreta Évélyne Grossman de dichas "no-obras": "leur force n'est pas encore retombée en forme arrêtée, dépôt stratifié de la mort." Esto puede ser dicho principalmente de Los detectives salvajes, obra sin lugar a dudas fuera de lo común, violenta y desestabilizadora. Pero también de muchos de sus cuentos. Principalmente, el detalle clave se encuentra en la redacción de los textos. No sé cuánto se haya tardado Bolaño en redactar un texto relativamente breve como es Estrella distante. Otra cosa sí sé, que no se detuvo a corregir la gramática. Parece que nunca lo hace. Y quizá ya no sepamos nunca la respuesta a esta duda que surge. ¿Lo habrá hecho a propósito (gesto que da mucho que pensar)o involuntariamente (cosa que no hace reflexionar menos)? Se sabe también que Bolaño admiraba en Philip K. Dick, la potencia literaria, la intención literaria, la fuerza de un pensamiento por encima de los cuidados de la gramática. Oponía, respetuosamente, la sensación que deja, por decirlo, un Nabokov, que es de estilo, a lo que resulta de la lectura de Philip K. Dick: un contagio de pensamiento. Lo del estilo (que es la personalidad misma del autor como dice Barthes), como término preciso, es refutable. No así el argumento en pro de una literatura visceral (el grupo de poetas de Los detectives salvajes se llama, de hecho, realismo visceral), que resulta de gran interés para nuestra cuestión: lo que importa es el mensaje, no la forma, la fuerza, la verdad, (¿el grado cero de la literatura?).
Antibarroco, nuestro Bolaño, y anticultista. Borges no comentaba públicamente sobre sus contemporáneos, excepto a algunas excepciones gloriosas (Faulkner como novelista, Frost y Yeats como poetas, Valéry y Eliot como críticos, cf. Textos cautivos in Obras completas, IV, Emecé). Algunos dicen que ni los leía, lo cual es probablemente mentira. Borges había leído una cantidad impresionante de libros: un elogioso admirador (como yo), le habría dicho, acaso para su disgusto, que había leído su Biblioteca de Babel. Bolaño, también lo ha leído todo, pero, al contrario que el escritor de El Aleph, habla de ello cada vez que tiene la oportunidad. E inventa lo que no ha leído. En un solo cuento, podemos esperarnos a encontrar una lista de nombres de autores (en su mayoría desconocidos para el lector normal) que reducen a cualquiera, principalmente si e trata de un literato, a aceptar su ignorancia. Y no creo que sea un acto pretencioso de parte del chileno: si consideramos que se leyó un mundo entero de filosofías y literaturas de diversa índole, no olvidemos que un planeta literario se sitúa en un universo literario y que, como aquel, existen millones de mundos más todavía por leer.
Pero el interés mayor de la obra de Bolaño se encuentra precisamente en que la literatura descrita por su obra es, muchas veces, una corriente menor, extrema, borderline, de la literatura en su totalidad. La literatura nazi, la literatura bárbara, la ciencia ficción (Bolaño leía a Theodore Sturgeon con admiración), los fanzines... Cada uno de esos géneros y subgéneros literarios, sean productos (excrementos, obras) de seres admirables (Juan Cherniakovski, el poeta socialista muerto como un héroe en el último capítulo de La literatura nazi en América--llamado Juan Stein en Estrella distante) de "infames", como Carlos Wieder, de personajes mediocres (Enrique Martín o Henri SImon Leprince de Llámadas telefónicas), se relacionan a la literatura, en el fondo, porque son expresión de lo profundo. Todos los mundos, parece decirnos Bolaño, son capaces de cosas cercanas a la literatura, pero la idea no debe estar enferma en su grado humano, para que el resultado no sea mediocre ni demasiado real, porque entonces ya no hay arte (es decir, transformación), sino equívoco, mezcla de dos mundos que no se pueden unir: el fracaso de los escritores bárbaros nace de su puerilidad. Digamos, con Barthes, que Alberto Ruiz-Tagle (Carlos Wieder) no logra realizar un arte porque su arte no trae consigo una cuestión moral (un propósito): es puramente un acto sangriento, vital, pero en vez de impulsivo, racional. La vida y el arte son mundos complementarios, mas no uno solo. Uno está incluido en el otro y eso representa, en despecho del mundo mismo, un abismo insalvable para su comunión. Más que comunión, debe existir, pues, comunicación. Ese es el ideal literario.
Finalmente, creo que es necesario darle un lugar al escritor en sí. No a Bolaño, ni a Belano, ni a B, ni a Borges o al autor de estas líneas mediocres, sino a lo que piensa Bolaño del escritor (más scripteur que écrivain, como hemos visto).
El artista de Bolaño, como Pigmalión, está solo. Su compañía es errática: va a la deriva, la pluma, la poesía, como dice el poeta Gómez Jattin, es la única compañera, aunque esté llena de cuchillos, aunque hiera, cual melancolía de César Vallejo ("saca tu dulce pico ya, no cebes tus ayunos con mis trigos de luz").
Olvidemos, por un momento, nuestra crítica de los artistas sangrientos que terminan por no ser nada más que sádicos sin mucha lógica mas con muchísima razón fría y bastante sangre fría. El artista, sobre todo el artista latinoamericano, es el detective. Solo, o en pareja, recorre el mundo buscando una verdad que siempre lo esquiva: la verdad sobre sí mismo. En esa búsqueda, trata de utilizar como espejo la literatura, método de diversa y sospechosa eficacia.
Pero, ah, igual a quién le importa, Bolaño es el que es, su literatura es la que es y yo estoy muy cansado a esta hora como para ponerme a terminar este ensayo pendejo con frases elaboradas y conclusiones tripartitas.