Imperativo poético
El poeta es un taumaturgo, un invocador.
Alienta con la voz la voz. Palabras pobres.
El poeta es un demente solitario
que confunde dos mundos de fondos distintos,
dos esencias incompatibles,
y quiere, como el chamán, alzadas las manos
de dedos alargados hasta tocar casi
la esfera sutil del sol
(Apolo, Apolo; guerra, arte)
hacerlo brillar más o menos al expirar.
El poeta ordena como un dios
en tono imperativo,
pero el mundo no hace caso
y calla, calla con profusión.
El poeta es alquimista: quiere
forjar el oro del verbo con su lengua,
pedazo de plomo bruto, incoherencia del mundo.
Y, como el alquimista, es el poeta
fracaso, dolor, imposibilidad completa.
El poeta ordena como un dios
en tono imperativo,
pero el mundo no hace caso
y calla, calla con profusión.
El poeta es un suicida lento,
un asesino de un hombre sin nombre;
su arma final, la poesía.
El poeta ordena como un dios
en tono imperativo,
pero el mundo no hace caso
y calla, calla con profusión.
Alienta con la voz la voz. Palabras pobres.
El poeta es un demente solitario
que confunde dos mundos de fondos distintos,
dos esencias incompatibles,
y quiere, como el chamán, alzadas las manos
de dedos alargados hasta tocar casi
la esfera sutil del sol
(Apolo, Apolo; guerra, arte)
hacerlo brillar más o menos al expirar.
El poeta ordena como un dios
en tono imperativo,
pero el mundo no hace caso
y calla, calla con profusión.
El poeta es alquimista: quiere
forjar el oro del verbo con su lengua,
pedazo de plomo bruto, incoherencia del mundo.
Y, como el alquimista, es el poeta
fracaso, dolor, imposibilidad completa.
El poeta ordena como un dios
en tono imperativo,
pero el mundo no hace caso
y calla, calla con profusión.
El poeta es un suicida lento,
un asesino de un hombre sin nombre;
su arma final, la poesía.
El poeta ordena como un dios
en tono imperativo,
pero el mundo no hace caso
y calla, calla con profusión.
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